jueves, 21 de abril de 2011

La niña del vestido de tul


Un día como otro cualquiera, era el cumple de una niña. Pero no una niña cualquiera, era una niña que se sentía como nadie en el mundo,  era soñadora y luchadora, vivía en una casa preciosa que estaba al lado de un bosque frondoso donde ella pasaba las tardes con su perrito. También le encantaba columpiarse en un columpio que le hizo su padre en el bosque con la intención de que disfrutara aún más de estar en su bosque favorito.

La niña tenía 7 años era blanquita, de pelo rizado castaño y ojos verdes. Se asemejaba mucho a una muñeca. Aquel día, el día de su cumple, sus padres le regalaron un vestido de tul blanco precioso. Además su madre le hizo unas galletas de chocolate que le encantaban, eran sus favoritas. Los padres sabían que iba a irse enseguida al bosque. Mas no iban equivocados, la niña se vistió en su vestido de tul, cogió unas cuantas galletitas y se fue con su perrito al columpio del bosque.

En ese bosque ella se sentía muy a gusto, ella misma pensaba que podría vivir en él. Siempre se imaginaba que tenía una casa en el interior de un árbol y que podía hablar con los animalitos. Creía estar en un bosque mágico. Y eso a ella le encantaba.

Un día después de haber pasado una tarde en el bosque fue a casa para cenar. Se quedó sorprendida. Su casa no estaba. Probó otra dirección, pero no la encontraba. Ya era de noche, la niña estaba asustada entonces, se puso a llorar. El perrito la seguía y se puso a sus pies para que no pasara frío. La niña decidió tranquilizarse y se puso a dormir en la hierba acurrucada a su perrito.

A la mañana siguiente la niña estaba perdida, no estaba ni su casa, ni su columpio, ni su perrito. Estaba sola. Intento buscar su columpio una y otra vez. Al final lo encontró pero las cadenas se cayeron. Aun así se alegró, sabía que lo podía arreglar. Un trozo de una de las cadenas se rompió pero la niña lo ató de manera que quedara más o menos como antes. Consiguió que el columpio colgase y que ella se pudiera balancear.

Seguidamente, no tardó en subirse para poderse imaginar su mundo fantástico. Pero algo no iba… La niña no podía imaginarse su mundo, estaba triste, no sabía qué hacer. Otra vez caía la noche y no tenía ni casa, ni padres, ni perrito y además su columpio no funcionaba.

Se columpiaba sin entusiasmo, no podía hacer otra cosa que llorar. Lo único que le quedaba era su vestido de tul que así sin más en vez de blanco se volvió negro…

sábado, 16 de abril de 2011

El momento

Me dio dos besos y se sentó.
La camarera vino enseguida a atenderle, el pidió un Suizo, que es un chocolate caliente con nata. Ella, la camarera se retiró y fue a por nuestros pedidos.

El no decía nada todavía, pero mantenía su mirada en mi, cosa que me hacia sonrojarme e intentaba disimularlo mirando hacia el otro lado.

La camarera vino con el pedido, cosa que me alivio ya que el me quitó la mirada de encima y mis mofletes dejaron de parecer tomates. Cuando la camarera se fue, entraron dos chicos que fueron hacia las otras chicas que estaban allí pero ignoré la presencia de todos ellos y me encerré en la burbuja que nos encerraba a él y a mi.

Una vez tomó un poco de su chocolate me pregunto que tal estaba y tartamudeando le dije que bien. No sabía porque me ponía tan nerviosa, no era la primera vez que quedábamos pero no se... También hay que añadir que el también parecía distinto, como más tímido. Pero no dudó en preguntarme si me pasaba algo y yo por supuesto le dije que no. Cada uno iba tomando lo suyo y empezamos sin más a hablar del tiempo.

Si, era absurdo, nos conocíamos como las palmas de nuestras manos y ese día empezamos a hablar del tiempo como si de extraños se tratara.

Pagamos la cuenta, bueno más bien, me invitó. Al salir me cogió de la mano y me llevo hacia un parque cercano que había ahí, el sabía que ese sitio me encantaba y que además había poca gente, incluso se podría decir que nadie.

Nos sentamos en un banco detrás de unos setos y debajo de unos árboles. Nos miramos y me sonrió. Yo estaba un poco nerviosa, no sabia que estaba insinuando, si me quería decir algo o no... Pero repentinamente sus labios y mis labios llegaron a ser uno. Fue nuestro primer beso...

domingo, 10 de abril de 2011

Él

No es el típico chico de ojos azules, rubio...
No. El era moreno, un moreno suave, como si polvos de cacao le hubieran acariciado y teñido la piel, su textura parecía suave y era muy lisa, prácticamente libre de imperfecciones. Su sonrisa si que he de admitir que era perfecta, sus ojos son verdes combinados con tonos marrones.

Ese día iba vestido con unos vaqueros simples, una nadadora blanca y encima una camisa abierta a cuadros, como si de una rebeca se tratara, es decir, que la llevaba para cubrirse. Esa camisa a cuadros era verde suave con otras rayas negras y llevaba unas zapatillas Nike a juego. Su peinado era un tanto desenfadado, era simple, como yo.

Nada más entrar me miró y me echó una sonrisa. Realmente sólo eramos amigos, pero los dos sabíamos que en el fondo había algo más...

sábado, 9 de abril de 2011

Ese día


Decidí arreglarme para la ocasión y por si acaso me llevé un pequeño bolso de tela con encaje blanco para llevar algo de maquillaje en caso de emergencia.

Iba vestida con una camiseta nadadora marrón clarito con un pequeño broche de tela que formaba un flor blanca. Los pantalones eran unos vaqueros blancos ajustados y, como no, para ir a juego unas bailarinas marrones. Era un conjunto perfecto para ese día. Simple, natural y en acorde con el tiempo.

Cuando llegué a la cafetería, ésta, desprendía un dulce aroma de croissants recién hechos. Decidí sentarme en una de las esquinas.

No es una cafetería enorme, es más bien pequeña pero acogedora. Tiene alrededor de 6 mesas con 2 sillas de metal cada una. Una puerta de madera, de un tamaño, más bien, grande. Nada más entrar, están las seis mesas distribuidas en un suelo de madera y detrás del todo está la encimera con la camarera y sus pasteles. Detrás de ella se halla un gran ventanal que aporta toda la luz a la cafetería, que a la vez da acceso a una preciosa terraza con unos jardines de paseo largo.

El caso es que me senté y la camarera en seguida me miro con una agradable sonrisa y me vino a atender. Yo no estaba sola, había una mesa con dos chicas con una edad próxima a la mía.

Pedí una pequeña porción de pastel y un té. Nada más marcharse la camarera, él se asomó por la puerta.

Llegaba el día

Eran las 11 de la mañana. No era un sábado cualquiera. Entre mis sábanas blancas estaba yo con una increíble luz que traspasaba mis ventanas. Hacía un día precioso.

Cielo despejado, un azul radiante.Decidí abrir la ventana, hacía la temperatura justa y agradable para cualquier ser humano, un aire fresco en el que se podía notar el dulce aroma de la primavera. El césped estaba verde esperanza. Nada podía ir mejor.

Decidí asearme ya que tenía que ir a desayunar a una bonita cafetería que había cerca de mi casa, él me esperaba...